Galeano-Graupera, X. J., Graupera-de-Galeano, S., & Barrios-Goretta, V. A. Revista sobre estudios e investigaciones del saber académico
Revista sobre estudios e investigaciones del saber académico, 19 (19), enero /diciembre de 2025 ISSN: 2078-5577 e-ISSN: 2078-7928 4/13
En este contexto, Fogel (2013), dice que la situación
socioeconómica y cultural de las zonas rurales
representa un desafío constante para las políticas
públicas, que deben orientarse a promover el
crecimiento de los sectores productivos rurales e
integrarlos en unidades de producción consolidadas,
sostenibles y autogestionadas y García (2023), agrega
que para ello, es esencial que las organizaciones
rurales transiten de una posición de dependencia hacia
un rol protagónico, valorizando sus atributos
culturales únicos, innovadores y creativos.
Por otra parte, Zavattiero (2022), afirma que las
políticas sociales dirigidas a las organizaciones rurales
buscan reducir desigualdades y promover un
desarrollo inclusivo, donde estas se articulan en torno
a los siguiente pilares, la inclusión social, la inserción
laboral, la productiva, y seguridad social; además, el
gobierno ha definido ejes estratégicos como la
reducción de la pobreza, el crecimiento económico
inclusivo y la inserción internacional, en este marco,
la Ley 5446/15 establece acciones para garantizar la
participación equitativa de las mujeres rurales en la
toma de decisiones, incluyendo el acceso a la tierra y
la validación de semillas nativas.
No obstante, Hilari Hancco y Pinto Gamarra (2018),
en su análisis sobre la participación de la mujer
campesina observa que dicha participación sigue
limitada por factores como el temor, el analfabetismo,
el machismo y la falta de empadronamiento.
Complementando a lo planteado Quisumbing (1996),
demuestran en su investigación sobre Diferencias
entre hombres y mujeres en la productividad agrícola:
cuestiones metodológicas y evidencia empírica, que
hombres y mujeres son igualmente eficientes en la
gestión agrícola, aunque persisten deficiencias en la
asignación de recursos dentro del hogar.
En el caso concreto del Departamento de Ñeembucú,
las organizaciones campesinas surgieron como
respuesta a crisis estructurales, como la inundación de
1982–1983, y fueron fortalecidas por proyectos
estatales y apoyos externos. Los Clubes de Mujeres,
respaldados por el Servicio de Extensión Agraria,
actualmente Dirección de Extensión Agraria y
voluntarias del Cuerpo de Paz, impulsaron el
empoderamiento femenino a través de actividades
productivas, nutrición familiar y educación para el
hogar, experiencias que demuestran el potencial
transformador de las mujeres rurales cuando se les
brinda acceso a recursos, formación y espacios de
participación.
En relación a todo lo expuesto, el planteamiento del
problema demuestra que a pesar de que las mujeres en
el sector rural a nivel país representan más del 30% de
la población activa según INE 2022, evidenciando que
las mismas constituyen una fuerza vital para la
sostenibilidad de estos sistemas agroalimentarios y la
economía familiar, su participación en organizaciones
productivas sigue siendo limitada, fragmentada y, en
muchos casos, invisibilizada, donde los espacios de
decisión ocupados son significativamente menor en
comparación con los hombres, brecha que no solo
refleja desigualdades de género, sino también, una
estructura agraria excluyente y una institucionalidad
débil en materia de equidad rural.
Las causas de esta situación son múltiples y
entrelazadas, observando en primer lugar, que
persisten patrones socioculturales que asignan a las
mujeres roles reproductivos y subordinados, limitando
su autonomía económica y política y en segundo lugar,
las políticas públicas rurales han sido históricamente
neutras al género, sin mecanismos efectivos para
promover la participación femenina en organizaciones
productivas, sumando la falta de formación técnica, el
escaso reconocimiento del trabajo no remunerado y la
débil articulación entre organizaciones de base y
estructuras institucionales refuerzan su exclusión.
Si esta situación no se aborda con urgencia, el
pronóstico es preocupante, puesto que se
profundizarán las brechas de género en el ámbito rural,
se debilitará la resiliencia comunitaria frente al cambio
climático, y se desaprovechará el potencial
transformador de las mujeres como agentes de